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Alejandría: La Ciudad Perdida Que Cambió la Historia Antigua

Alejandría, fundada por Alejandro Magno en el año 331 a.C., es una ciudad egipcia con esencia mediterránea y un pasado tan vibrante como mítico. Aquí floreció la legendaria Biblioteca de Alejandría y se alzó el imponente Faro, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Aunque muchas de sus glorias han quedado bajo tierra o mar, su espíritu intelectual y cosmopolita sigue vivo.

 

Hoy, Alejandría mezcla historia grecorromana con el dinamismo de una ciudad costera moderna: desde la Ciudadela de Qaitbay hasta la Nueva Biblioteca, pasando por ruinas subacuáticas, palacios y museos. Pasear por su malecón, con vistas al Mediterráneo y al legado de siglos, es conectar con el corazón cultural de Egipto.

 

Alejandría, fundada en 331 a.C. por Alejandro Magno, rápidamente se convirtió en el centro cultural más importante del mundo antiguo, rivalizando incluso con la poderosa Atenas. Esta legendaria ciudad albergaba la famosa Biblioteca de Alejandría, un tesoro intelectual que llegó a contener entre 400.000 y 700.000 rollos de papiro, además del imponente Faro, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo que se elevaba majestuosamente entre 117 y 135 metros sobre el horizonte.

 

Durante su apogeo, Alejandría Egipto no solo fue un importante puerto comercial que facilitaba el intercambio entre Europa y Asia, sino también un verdadero crisol de culturas donde convivían griegos, egipcios, judíos y otros pueblos.

 

En este extraordinario entorno multicultural, la población alcanzó aproximadamente 500.000 habitantes, convirtiéndola en una de las ciudades más grandes de su época.

 

El Museion, parte integral de la Biblioteca, fue considerado el establecimiento científico más antiguo del mundo, donde eruditos como Euclides, Arquímedes y Eratóstenes desarrollaron disciplinas fundamentales como la geometría y la astronomía.

 

Sin embargo, esta deslumbrante ciudad experimentó un declive significativo a partir del siglo IV d.C., marcado por intensas luchas religiosas y la pérdida gradual de su estatus como centro intelectual.

 

Un devastador incendio en 48 a.C., durante la guerra civil entre Julio César y Pompeyo, dañó seriamente su infraestructura y patrimonio cultural. A pesar de su caída, el legado de Alejandría continúa fascinando al mundo moderno, recordándonos cómo una sola ciudad pudo cambiar para siempre el curso de la historia antigua.

The Citadel of Alexandria in Egypt

En abril del año 331 a.C., tras su llegada triunfal a Egipto, Alejandro Magno tomó una decisión que transformaría la historia del Mediterráneo. Sobre un pequeño puerto pesquero llamado Rakotis, el conquistador macedonio ordenó la construcción de lo que se convertiría en la "Perla del Mediterráneo".

 

Alejandro Magno y la visión de una ciudad global

El sueño de Alejandro iba más allá de una simple conquista militar. De camino al oasis de Siwa, donde consultaría al oráculo de Amón, concibió la idea de crear una metrópoli que sirviera como encrucijada entre Oriente y Occidente. Esta visión respondía a su percepción de que Egipto debía aprovechar mejor su extensa costa mediterránea para abrirse al mundo.

 

Según relata Plutarco, Alejandro habría tenido un sueño inspirador que lo llevó a elegir este emplazamiento. Al despertar, percibió inmediatamente las ventajas naturales del lugar, con una lengua de tierra similar a un istmo y condiciones ideales para establecer un gran puerto.

 

A diferencia de otras ciudades fundadas por el macedonio, Alejandría sobrevivió a su creador y brilló con luz propia. Aunque Alejandro abandonó Egipto pocos meses después para continuar sus conquistas, dejó encargados al arquitecto Dinócrates de Rodas y a Cleómenes de Náucratis para desarrollar la ciudad según el plano hipodámico, considerado el diseño urbano óptimo de la época.

 

La ubicación estratégica entre el Nilo y el Mediterráneo

La elección del emplazamiento fue extraordinariamente acertada. Alejandría se ubicó estratégicamente al abrigo de las variaciones del Nilo, pero lo suficientemente cerca para aprovechar sus aguas mediante un canal que conectaba el río con el lago Mareotis y el puerto.

 

La construcción del Heptastadio, un dique de siete estadios de longitud (aproximadamente 1.295 metros), conectó el continente con la isla de Faro, creando así dos excelentes puertos naturales. El puerto occidental, conocido como "Puerto del Buen Regreso" (Eunosto), servía principalmente para el comercio, mientras que el puerto oriental albergaba la flota real.

 

Esta configuración portuaria permitía el acceso a la ciudad durante todo el año, sin depender de la dirección de los vientos. Además, el canal que conectaba con el Nilo resolvía el problema de abastecimiento de agua dulce, fundamental para el desarrollo urbano.

 

La ubicación privilegiada permitió a Alejandría monopolizar la exportación de productos egipcios y controlar las mercancías provenientes de Arabia e India, convirtiéndose rápidamente en el principal centro comercial del Mediterráneo.

El legado intelectual de la ciudad de Alejandría floreció gracias a dos instituciones fundamentales: el Museion y la Biblioteca, que convirtieron este enclave estratégico en el epicentro del conocimiento del mundo antiguo.

 

El Museion y la Biblioteca: más que libros

El Museion, cuyo nombre significa "templo de las musas", fue fundado por Ptolomeo I Sóter a principios del siglo III a.C.. Lejos de ser un simple depósito de conocimiento, era un complejo de investigación donde los eruditos podían vivir y trabajar, liberados de las preocupaciones cotidianas. Sus instalaciones incluían salas de conferencias, jardines botánicos y zoológicos, laboratorios y observatorios astronómicos, creando un entorno ideal para la innovación.

 

La Biblioteca, por su parte, albergaba entre 400.000 y 700.000 rollos de papiro en su apogeo, cubriendo literatura, historia, filosofía, ciencia y medicina. Su ambicioso objetivo era reunir "todo el conocimiento del mundo", para lo cual los Ptolomeos desarrollaron ingeniosas estrategias, como requisar libros de barcos que atracaban en la ciudad o pedir préstamos que nunca devolvían.

 

Sabios que cambiaron la historia desde Alejandría

Entre los muros del Museion trabajaron mentes brillantes que transformaron el pensamiento humano. Euclides desarrolló los fundamentos de la geometría; Eratóstenes calculó la circunferencia terrestre con asombrosa precisión; Arquímedes realizó investigaciones fundamentales durante su estancia en Egipto.

 

Asimismo, Alejandría vio florecer a Herófilo de Calcedonia, quien revolucionó la medicina al identificar el cerebro como centro de la inteligencia y distinguir entre venas y arterias. También destacó Hipatia, brillante matemática y última directora de la biblioteca.

 

La ciencia, la filosofía y la medicina en su apogeo

La investigación alejandrina alcanzó niveles sin precedentes. En medicina, Herófilo realizó disecciones del cerebro y del sistema nervioso, mientras Erasístrato estableció la relación entre la complejidad del cerebro humano y su superior inteligencia.

 

Por otra parte, en astronomía sobresalió Aristarco de Samos, quien defendió la primera teoría heliocéntrica. La matemática evolucionó con Apolonio de Perge y la geografía avanzó cuando Eratóstenes introdujo los conceptos de latitud y longitud.

 

El verdadero legado del Museion fue establecer, por primera vez en la historia, una comunidad dedicada a la investigación sin directrices políticas o religiosas, con el único objetivo de buscar la verdad. Esta libertad intelectual permitió que los sabios alejandrinos crearan obras que seguirían influyendo hasta el Renacimiento y más allá.

Alejandría

Contrario a la creencia popular, la decadencia de Alejandría como foco intelectual no ocurrió por un evento único y catastrófico, sino a través de un prolongado declive marcado por tensiones religiosas y políticas.

 

Conflictos religiosos y destrucción del conocimiento

El ocaso de la Gran Biblioteca comenzó mucho antes de lo que suele pensarse. Ya en el año 145 a.C., durante el reinado de Ptolomeo VIII, una purga de intelectuales provocó que Aristarco de Samotracia, el bibliotecario, abandonara su puesto y se exiliara en Chipre. Posteriormente, en el 48 a.C., Julio César incendió accidentalmente parte del fondo durante la segunda guerra civil romana.

 

Durante el periodo romano, la institución perdió vitalidad por falta de fondos y apoyo. Entre los años 270-275 d.C., la ciudad experimentó disturbios que probablemente destruyeron lo que quedaba de la biblioteca.

 

 Sin embargo, el golpe más decisivo llegó en 391 d.C., cuando el papa copto Teófilo I, con el respaldo del emperador Teodosio, ordenó demoler el Serapeum alejandrino, que albergaba importantes colecciones literarias.

 

La muerte de Hipatia y el fin del pensamiento libre

En marzo de 415 d.C., un episodio brutal marcó simbólicamente el final de la era del pensamiento libre. Hipatia, brillante matemática y filósofa, fue asesinada brutalmente por una turba de cristianos liderados por un lector llamado Pedro. La intelectual, consejera del prefecto Orestes, fue interceptada mientras regresaba a su casa, desnudada y golpeada hasta descuartizarla.

 

Este asesinato, que según Sócrates Escolástico acarreó "no escaso oprobio tanto a Cirilo como a la iglesia de los alejandrinos", provocó un importante éxodo de eruditos hacia Atenas.

 

Aunque algunos historiadores debaten si su muerte fue por motivos religiosos o políticos, es innegable que marcó un punto de inflexión en el declive cultural de la ciudad.

 

El papel del cristianismo y el islam en la transformación de la ciudad

El cristianismo llegó a Alejandría alrededor del año 61 d.C. y gradualmente transformó la ciudad. Bajo el reinado de Teodosio I (379-395 d.C.), el paganismo fue prohibido y los templos paganos reconvertidos en iglesias.

 

Finalmente, en 642 d.C., la ciudad fue conquistada por los musulmanes bajo el liderazgo de Amr ibn al-As. Aunque Alejandría había sido una de las mayores metrópolis mediterráneas, perdió su posición preeminente cuando el Patriarcado Copto fue trasladado a El Cairo en el siglo XI, quedando eclipsada por la nueva capital árabe.

Tras siglos de olvido, la memoria de la antigua Alejandría resurgió como faro cultural en el Mediterráneo contemporáneo, demostrando que los grandes legados nunca mueren completamente.

 

La nueva Biblioteca y el renacer cultural

La moderna Bibliotheca Alexandrina, inaugurada en 2002 gracias a una campaña de la UNESCO, ha revitalizado extraordinariamente la vida cultural de esta urbe egipcia de alma griega. Su impresionante arquitectura, un cilindro semi-subterráneo con forma de disco solar inclinado hacia el mar, simboliza la iluminación y el conocimiento que irradia hacia el mundo.

 

Con capacidad para almacenar 8 millones de volúmenes y acogiendo 1,5 millones de visitantes anuales, este complejo va mucho más allá de ser un simple depósito de libros. Es un centro cultural integral que incluye salas de lectura, museos especializados, galerías de exposición y centro de congresos. La biblioteca está equipada con tecnologías modernas que facilitan el acceso a la información en formatos digitales y físicos, avanzando hacia la digitalización completa de sus fondos.

 

Alejandría en la literatura y el cine

La ciudad ha inspirado grandes obras literarias a través de los siglos. El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell, compuesto por Justine, Balthazar, Mountolive y Clea (1957-1960), exploró magistralmente las posibilidades del lenguaje narrativo, provocando comparaciones con Proust y Faulkner.

 

Asimismo, E.M. Forster publicó en 1922 su obra Alejandría, describiendo la ciudad donde estuvo durante la Primera Guerra Mundial, combinando historia y guía práctica. También Constantino Cavafis, el poeta greco-levantino, inmortalizó la atmósfera alejandrina en sus versos.

 

En el cine, destaca Ágora (2009) de Alejandro Amenábar, que narra la historia de Hipatia y su lucha por preservar el conocimiento en medio de la intolerancia religiosa. Esta película, aunque incluye elementos ficticios, logra retratar impactantes aspectos de la sociedad egipcia y recupera la figura de la primera mujer matemática reconocida.

 

Lo que Alejandría nos enseñó sobre el poder del conocimiento

El verdadero legado alejandrino perdura como arquetipo de la biblioteca universal y del ideal de preservación del conocimiento. Las teorías desarrolladas por su comunidad científica continuaron influyendo hasta el Renacimiento y más allá.

 

Alejandría nos recuerda que el conocimiento es frágil pero poderoso. La historia de su biblioteca original y su renacimiento moderno simboliza la lucha constante por salvaguardar el saber humano frente a la intolerancia y el olvido. Este legado nos enseña que las instituciones intelectuales pueden sobrevivir incluso a las crisis más devastadoras, siempre que exista voluntad para defenderlas.

Alejandria

El legado eterno de Alejandría: reflexiones finales

El relato de Alejandría nos transporta a través de los siglos, desde su fundación por Alejandro Magno hasta su renacimiento cultural en la era moderna. Esta ciudad, sin duda alguna, representó mucho más que un simple asentamiento costero; constituyó el primer intento sistemático de reunir todo el conocimiento humano bajo un mismo techo.

 

Aunque la antigua biblioteca desapareció entre las llamas de conflictos religiosos y políticos, su espíritu ha perdurado a lo largo de los siglos. El asesinato de Hipatia marcó, ciertamente, el fin de una era dorada del pensamiento libre, pero no logró extinguir el ideal que Alejandría simbolizaba. Durante siglos, la ciudad quedó eclipsada por nuevos centros de poder, no obstante, su legado intelectual continuó inspirando a generaciones de pensadores.

 

La Bibliotheca Alexandrina moderna emerge, por lo tanto, como un poderoso símbolo de resistencia cultural. Esta institución no solo honra la memoria de su predecesora, sino que adapta su misión al mundo digital, demostrando que los ideales alejandrinos siguen siendo relevantes.

 

El verdadero tesoro de Alejandría nunca residió en sus edificios ni en sus colecciones de papiros, sino en la idea fundamental de que el conocimiento debe ser preservado, compartido y ampliado constantemente. Esta ciudad nos recuerda, finalmente, que las civilizaciones pueden derrumbarse, los edificios pueden arder, pero las ideas —especialmente aquellas nacidas del genuino amor por el saber— permanecen inmortales, trascendiendo épocas y fronteras.

 

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